lunes, 23 de febrero de 2009

3

- ¿Se puede saber qué demonios haces? Te quedas todo el tiempo en la ventana, mirando a través del cristal sin pronunciar palabra. Siquiera parece que estés escuchando mi voz, miras distante hacia el infinito, hacia un punto no definido del espacio, y callas. Y me torturas con silencio, y siquiera sé si oyes mi voz o si es sólo un eco lo que escuchas, ¡o si escuchas!, siquiera sé si me estás escuchando. Y te pierdo en la distancia. Y cada vez es más frío, y cada vez eres más frío.
Y entonces, sin previo aviso, ¡te levantas! Y me fulminas con la mirada. ¿Por qué me torturas de esta manera? ¿no volverás nunca a decir nada? Quiero saber qué estás pensando. Estoy demasiado harta de mantener monólogos contigo. ¿No me entiendes cuando hablo? ¿Es que no vas a contestar nunca a ninguna de mis preguntas?

Calló un momento. Se arrodilló, mirando hacia el suelo, tratando de calmar su respiración mientras contenía todas sus lágrimas en sus ojos. No quería mirarle, no quería mostrarle que era débil y vulnerable, no quería que la viese así. No podía confesárselo. Y lo intentó, habló de nuevo:

- Mira... tengo miedo. Nunca he querido decírtelo, nunca he querido que veas la parte de mi que está a punto de romperse en mil pedazos. Porque corta, ¿sabes? el cristal... el cristal corta.

Se acercó a la ventana en la que él estaba, y contaba con antelación que él se apartase (como finalmente hizo). Tocó el frío cristal de la ventana y miró a través de él. Ahora era ella quien callaba. Ahora ya no podía decir más. Sólo se escuchaban sus débiles susurros. Y silencio.

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